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martes, 22 de noviembre de 2011

NUESTRA REVOLUCIÓN ES POST PATRIARCAL



"Toda revolución nace con la voluntad de propiciar un cambio global y radical. Suelen darse revoluciones en momentos de crisis, donde la entrada en un ciclo histórico de decadencia y autodestrucción fuerzan la imaginación a pensar en alternativas creativas.

Lo que en etapas de bonanza y autocomplacencia era ridiculizado como "utópico", en momentos críticos puede ser una vía de salvación.

La revolución que reclamamos busca corregir las causas últimas del sufrimiento evitable y gratuíto, es decir, del provocado por actos u omisiones humanas. Apunta a la raíz del horror provocado por el hombre en la denominada "era patriarcal", los últimos 4.000 años aprox. de la historia de la humanidad, repleta de hambrunas, escaladas bélicas, injusticias, opresión y destrucción medioambiental. El siglo XX, cima de nuestra evolución tecnológica y "progreso" cultural, también ha sido el culmen del salvajismo y la barbarie. El hambre y la violencia asolan a millones de personas inocentes por culpa del dominio de la razón instrumental: en el orden patriarcal la fuerza, lo pragmático, lo útil y lo rentable priman sobre las personas y el equilibrio emocional. Pero se está tomando conciencia de la gravedad del problema. Nos resulta insoportable contemplar cómo se gastan millones de dólares en proteger pozos de petróleo, mientras niñxs, mujeres y hombres inocentes ven violados sus derechos fundametales sistemáticamente y los poderes fácticos se desentienden de ello.

"El patriarcado es una creación histórica formada por hombres y mujeres en un proceso que duró acerca de 2.500 años para completarse. Al principio, el patriarcado apareció en forma de estado arcaico. La unidad básica de su organización era la familia patriarcal, que expresaba y generaba sus valores y sus normas. (...) La opresión económica y la explotación se basan tanto en la mercantilización de la sexualidad femenina y la apropiación del poder laboral y reproductivo de la mujer por parte del hombre, como en la adquisición económica directa de recursos y personas."

Gerda Lerner, La creación del patriarcado.

Así pues, devolverle a cada mujer concreta el poder sobre su maternidad es la condición previa para conseguir una sociedad justa, equitativa y libre.

De la misma forma que el patriarcado no se identifica con una androcracia (el gobierno de los varones), el matriarcado tampoco lo identificamos con una ginecocracia (el gobierno de las mujeres). Cada paradigma abarca mucho más que la esfera gubernamental. No hablamos de formas de gobierno sino de valores inculcados desde nuestro nacimiento.

Con nuestra crítica al patriarcado no se condena a todos los varones: sólo a los egocéntricos. Tampoco se ensalza a todas las mujeres, por la misma razón.

El patriarcado empieza con el descubrimiento del "padre". El varón descubre la posibilidad de controlar su descendencia, decidir el número de hijos, formarlos a su gusto, para transmitirles su herencia e inmortalizar su apellido en el tiempo.

Para llevarlo a cabo, no tiene más remedio que apropiarse de un útero del que él carece. Hará todo lo que sea necesario para apropiarse de los cuerpos de sus congéneres femeninas, desde los gestos más sutiles hasta las maniobras más violentas. Escindirá conciencias, creará mitos, instituciones, costumbres, y los sacralizará; desacralizando, destruyendo y manipulando a su vez todo lo que propicie la liberación femenina.

El egoísmo y la dominación penetran así en el inconsciente colectivo, se expanden por el tiempo y el espacio, y devienen tan naturales que no son puestos en duda. Se transmiten por vía familiar y penetra toda institución político-económica. A pesar de que ocupa un período reducido en los 100.000 años del Homo Sapiens, la era patriarcal ha convertido a la humanidad en, posiblemente, el organismo "inteligente" más destructivo del universo. No resulta halagador formar parte de la era patriarcal.

Nuestra revolución matriarcal mira al futuro, no desea una vuelta al pasado remoto previo a la era patriarcal, básicamente porque desconocemos lo que allí tuvo lugar, aunque tenemos indicios de que una convivencia mucho más pacífica dominaba el panorama. Nuestra revolución es postpatriarcal, es decir, disfrutamos de la distancia histórica necesaria para contemplar los errores cometidos durante estos milenios. Por fin conocemos al autor de tanta violencia, muerte y destrucción: el egocentrismo.

El denominador común de toda sociedad patriarcal ha sido la intromisión en la capacidad reproductiva de cada mujer, ya sea por otra figura masculina, por otras mujeres 'patriarcalizadas', por instituciones político-religiosas, etc.

El patriarcado ha normativizado, regulado, culpabilizado y moralizado sobre la maternidad y la sexualidad de cada mujer. Ha alienado a la humanidad entera respecto a sus orígenes, respecto a la Madre Tierra, de la que todos somos nietxs. Ha olvidado que en el origen de una vida humana se esconde la decisión soberana de una mujer que debería decidir libremente ser madre, pudiendo libremente también elegir no serlo. La maternidad no debería ser un imperativo, una imposición o un ideal: debe ser una elección libre de cada mujer, sin presiones externas.

Fundamentalmente, el patriarcado le teme a la mujer, porque sabe que si ésta recupera su soberanía corporal serán ellas y sus hijxs quienes tomen las riendas de la historia.

Y eso, precisamente eso, es lo que pretendemos con nuestra revolución matriarcal. Para que la igualdad sea una realidad, primero hace falta empoderar a la mujer, incluídas las madres.

El poder para cambiar el rumbo de la humanidad está en manos de todxs. Hacemos efectiva esta revolución matriarcal principalmente en nuestras vidas cotidianas. Los hombres tenemos la posibilidad de apoyar a nuestras compañeras y amigas en sus decisiones vitales. Cada mujer debe poder optar entre:

- no tener hijxs y dejar morir a su sociedad enferma en paz: una opción muy respetable, ya que ser madre, en un contexto no apropiado, también puede significar seguir perpetuando el orden patriarcal.

- ser madre para criar una nueva humanidad sobre valores no patriarcales: otra opción igual de respetable, que no la convierte en "mejor" ni "peor" que la anterior.

Ser o no ser madre: sólo cada mujer debe poder elegir, sin intromisiones externas, sin culpabilización, sin amenazas, conscientemente. Su decisión debe ser escuchada. Es la condición básica de todo matriarcado, con una fínalidad: toda nueva vida tiene el derecho a nacer en condiciones dignas, sintiéndose amada y respetada. En ese sentido, este blog nunca culpabilizará a aquellas mujeres que deciden conscientemente evitar o interrumpir su embarazo.

La labor de concienciación es difícil, porque implica retirarle al varón la presunción del 'derecho' a convertirse en padre unilateralmente. El varón nunca debería, si hacemos caso de lo anterior, entender la paternidad como una decisión unilateral, porque nunca puede elegir engendrar una vida sin el consentimiento último de una mujer. Es en cada mujer en quien reside la decisión última de crear una nueva vida o no crearla. El varón que se siente ofendido cuando se le niega el derecho a "tener hijos" o "ponerles su apellido" está poseído por un alto nivel de egoísmo, porque en las sociedades patriarcales el varón se ha creído con derecho a decirle a la mujer cuándo y cómo ser o no ser madre. Algunas lo han asumido como algo natural, tristemente.

Pero el varón sí puede participar en la maternidad: colaborando en el servicio y la construcción de la comunidad familiar y humana. Más aún, puede trascender su identidad de género y hallar el vínculo de unión espiritual que le une a sus seres amados, mediante la empatía. Los hombres podemos trascender nuestra identidad masculina heredada culturalmente por el bien de quienes amamos, y por nuestra propia satisfacción. O podemos seguir siendo egocéntricos, dominadores y patriarcales. El varón matriarcal es consciente de la androginia universal (tomar consciencia de que lo tradicionalmente llamado "femenino" lo habita todo). También nos hacemos eco de la necesidad de empoderamiento de la mujer a nivel planetario.

Es ingenuo pensar que una humanidad donde la maternidad no está en manos de cada mujer es una humanidad "libre", porque lxs hijxs que de allí nazcan serán otra mercancía del patriarcado.

Creemos que las personas no somos mercancía, que el valor de cada uno de nosotros es absoluto, somos únicos, y nadie tiene derecho a traficar con vidas humanas. Nuestra vida tiene valor por sí misma. Es sagrada desde que nacemos.

Nuestra revolución busca procurar un crecimiento sano y feliz a nuestra infancia, el colectivo más desprotegido, a la vez que rechaza el paradigma de valores patriarcales: egoísmo-violencia-competitividad-miedo.

En un cuidado adecuado de los más pequeños está nuestra esperanza de que un nuevo mundo más humano se abra camino. Con cada pequeño acto podemos acercarnos un poco más a la utopía.

Bienvenidxs a la Revolución." (del blog www.revolucionmatriarcal.blogspot.com)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha alegrado leer este artículo en tu blog. Gracias por tu apoyo, Claudia, ¡seguimos adelante con la revolución!

San1791 dijo...

tenes razon, hay que despertarse y despertar cuando se este despierta